Sinopsis:
Antonio lo tiene todo: un buen trabajo, una buena esposa, una buena casa. Bernardo es su mejor amigo. No tiene nada. Ahora Bernardo se ha enamorado de Sophie, la mujer de Antonio. Por lo visto, es algo imparable. Sophie es artista. Atraviesa una crisis creativa que le ha provocado una alteración del lenguaje. Clara es la camarera del bar al que suelen acudir los tres. Tuvo ataques de ira en el pasado. Ahora lo tiene controlado. Más o menos. En esta historia, nada es lo que parece a primera vista.
Estamos en primavera, en un bar en medio de un parque. Uno de esos lugares donde ocurren cosas prodigiosas. Declaraciones de amor y amistad, desmayos, besos indefinidos, contratos apasionados, poesía callejera…
Ah, durante esta función se van a pronunciar exactamente doce mil trescientas veintitrés palabras. No es lo más importante, pero conviene no olvidarlo.
Sobre la obra:
Empecé a escribir esta historia gracias al impulso de mi maestro José Sanchis Sinisterra. Un sabio. Y un hombre bueno. Me dijo: Roberto, no escribas sobre las relaciones de pareja. Le hice caso, como siempre.
Empecé la obra con un tema central: el poder de las palabras, del lenguaje, en estos tiempos extraños en los que cualquiera puede decir una barbaridad sin pruebas y, sin embargo, alcanzar una prodigiosa notoriedad.
Poco a poco, los personajes se fueron apoderando del texto. Como ocurre siempre. Como me decía otro de mis maestros: Juan José Millás. Y también le hice caso, claro. El amor indefinido y los contratos de pareja. O al revés. De eso habla El bar prodigioso. De lo que somos. De lo que fuimos. Y de lo que seremos.
Escribir comedia es algo muy serio, ya lo sabemos. Disfruten ustedes de este juego pervertido y luminoso.
Roberto Santiago